Seguimos con esta serie de entradas de verano en las que hablamos de neurodesarrollo. Os recuerdo mi plan de escribir un monográfico sobre neurodesarrollo utilizando mis cuentas de Twitter y de Instagram.
El objetivo de este proyecto es doble. Por un lado, conocer los procesos del neurodesarrollo para disfrutar más de la crianza de los hijos. Como cuando tras contemplar un cuadro que nos gusta nos explican la historia y la técnica que hay detrás y entonces aún nos gusta más. Por otro, facilitar la detección de problemas y por tanto la pronta actuación.
Si esta segunda parte os interesa, recordad que podéis aprender más con mi curso de Bitácoras «El neurodesarrollo: ¿Cómo saber que todo va bien?» (Que además está de oferta todo el mes de agosto).
Ya sabéis que para hacerlo fácil divido el neurodesarrollo en cuatro etapas: anatómica, sensitivo-motora, del lenguaje y de la identidad. En cada una se explican los cambios biológicos del cerebro, los hitos que alcanza el niño y qué patología puede haber.
Tras explicar la etapa anatómica en la entrada anterior, vamos a por la segunda:
Etapa motora
O sensitivo-motora, pues tanto el desarrollo de los sentidos como las habilidades motoras van a tener lugar en esta etapa y serán imprescindibles para la formación de la arquitectura cerebral.
Por María José Mas