¿Cuál es tu reacción cuando ves un bebé? Esa cabeza grande sobre un cuerpo tan pequeño y regordete, los bracitos y las piernas cortas, esos ojos gigantes… Son irresistibles, sacan el lado más tontorrón de cualquier adulto. Despiertan una ternura y un instinto de protección difíciles de controlar.
Las caras de los niños, especialmente las de los bebés, llaman mucho nuestra atención.
Su fisonomía parece estar diseñada para eso y, además, esos rasgos infantiles son comunes a otras especies animales. Una cría de león, un gatito o un polluelo, nos provocan sentimientos similares, pero ¿por qué?
Tras nacer, las crías de la mayoría de las especies dependen en gran medida de los cuidados de sus progenitores, necesitan que sus padres los alimenten y protejan. Estos cuidados son cruciales para su supervivencia y por tanto para la de la especie. En los humanos la dependencia es completa, ya que al nacer no podemos ni cambiar solos de postura. Parece que las características inherentes a los rostros infantiles facilitan el comportamiento de crianza en los adultos. El conjunto de estas características se llama…
Por María José Mas