El cerebro biblioteca / ordenador

🍁 Neurodomingo 2021.42

La Biblioteca de Filología de la Universidad Libre de Berlín, una obra del arquitecto Norman Foster, es una metáfora arquitectónica bella y fascinante. Una estructura esferoidal de cristal traslúcido contiene cuatro niveles de pasillos que se ensanchan o estrechan respecto al superior e inferior. La forma de cráneo de la cubierta y el aspecto serpenteante de los pisos interiores le confieren el aspecto de un cerebro y ese es su sobrenombre «El cerebro de Berlín».

Es muy sugestivo, pero resulta que el cerebro no funciona como una biblioteca, ni tampoco como un ordenador.

—el cerebro no es un ordenador—

Es verdad que, en cierto modo, el cerebro de cada uno de nosotros se asemeja a una biblioteca de experiencias. Nuestras vivencias previas modifican la manera en que nuestro sistema nervioso interactúa con el entorno, de manera que cuando nos encontramos de nuevo con algo conocido lo reconocemos y lo volemos a experimentar. Vivencias sensoriales –imágenes, sonidos, olores, tactos, sabores–; motoras –comer con cubiertos, montar en bicicleta, nadar…–; emocionales –alegría, rabia, tristeza, asco…–; datos –el nombre de las cosas, las tablas de multiplicar, la fecha de la Batalla de las Navas, la capital de Mozambique…–; abstracciones –noción del tiempo, generalizaciones, ideas sobre el mundo…–. No es que las recordemos, sino que cuando se nos presentan de nuevo nuestro cerebro actúa identificándolas según sus experiencias previas y pone en marcha lo aprendido para adaptarlo a la nueva situación.

Por eso, cuando tratamos de reproducir «de memoria» cualquiera de esas experiencias resulta imposible hacerlo con precisión. ¿Quieres comprobarlo? Intenta estas cosas:

  • Dibuja, sin copiarla, una moneda de 1€.
  • ¿Cómo era la cara de tu madre o de tu padre cuando eras niño?
  • ¿El nombre de tu compañero de pupitre el primer día de 1.º de primaria?

Si ahora coges una moneda de 1€ y la copias, vas al álbum de fotos y buscas una de tu madre o si tienes a mano la orla de tu primer curso de primaria, la cosa cambia, a mejor. Pero has necesitado algo tangible para salir airoso.

Si tu cerebro fuera un ordenador, hubiera bastado con darle a la tecla «enter» y la información habría saltado de inmediato a la «pantalla» de tu mente para reproducirla sin problemas. Sin embargo, has necesitado una nueva experiencia para contrastar lo que creías saber sobre cada una de las situaciones.

Las metáforas sobre el funcionamiento del cerebro a lo largo de la historia

Estamos lejos, lejísimos, de entender cómo funciona nuestro sistema nervioso, pero lo que parece cada vez más claro es que no lo hace como si fuera un ordenador.

Esta no es más que la última metáfora que nos hemos procurado para dar respuesta a este gran misterio, un misterio que se resiste a ser resuelto y que ha dado lugar a muchas otras a lo largo de la Historia, siempre usando la tecnología puntera del momento.

Desde el aliento que insufló Yavé al hombre formado con arcilla, pasando por la metáfora griega de los humores corporales –basada en la ingeniería hidráulica del s. III AC–, la de que el cerebro es una máquina –René Descartes, influido por los avances de la mecánica en el s. XVI–, o más adelante las explicaciones basadas en la electricidad o la química… Pues ahora toca la computación, pero tampoco es la explicación real.

Entonces, si no es un ordenador, ¿cómo funciona nuestro sistema nervioso?

Como he dicho, no lo sabemos, pero debemos intentar dejar a un lado las metáforas que no sirven de mucho y entorpecen el estudio del sistema nervioso.

Recordemos que la verdadera función del sistema nervioso es adaptarse, al aquí y al ahora, para sobrevivir y lo logra no porque «almacene» información, sino porque sus experiencias previas le han dado la ocasión de crear y cambiar sus circuitos con éxito: ¡ha sobrevivido! Y cuando de nuevo se le presenta una ocasión similar la reconoce, pero no la reproduce, sino que vuelve a interactuar con el entorno para adaptarse de nuevo y sobrevivir.

Es por eso que no hay dos personas iguales ni que interpreten la realidad por igual.

Por ejemplo si tú y yo asistimos a la misma obra de teatro o a un concierto, los cambios que esa experiencia cause en mi cerebro y en el tuyo serán totalmente diferentes, ya que cada uno hemos asistido con una estructura neuronal propia que ya existía y que se había formado a través de nuestras andanzas individuales anteriores.

Pero, al mismo tiempo, cuantas más veces se nos presente una experiencia, más preparados estaremos para desenvolvernos sin problemas.

Por ahora la explicación que parece más plausible sobre como funciona el sistema nervioso es la que afirma que

El cerebro no analiza la información, sino que la construye.

Anthony Chemero, Radical Embodied Cognitive Science

Cuando leemos, escuchamos música, vemos un partido de fútbol o charlamos con unos amigos, nuestro cerebro usa sus experiencias nuevas para construir información. A través de lo que recibe del entorno busca activamente qué alternativas u opciones resultan posibles en cada situación. Así en la ficción escrita vamos imaginando qué puede pasarle al personaje, en una pieza musical intentamos avanzar la melodía, adivinar lo que va a decir nuestra amiga para preparar nuestra respuesta y en el fútbol todos sabemos que… «¡Pásasela a aquel que está solo!».

La importancia de la biblioteca

La biblioteca de un hombre es también su retrato

Gregorio Marañón

Precisamente porque nuestro cerebro no es un almacén de memorias necesitamos soportes que guarden los datos que nos resultan relevantes, y en especial los que no nos encontramos en nuestro día a día.

De esta manera, gracias a los libros y a los ordenadores podemos asegurarnos de que el 16 de julio de 1212 tuvo lugar la Batalla de las Navas de Tolosa y también de que Maputo sigue siendo la capital de Mozambique.

Ten presente que los datos no te hacen más inteligente, pero reconocerlos y usarlos de forma apropiada, sí. Siempre que entendamos la inteligencia como la capacidad de adaptarnos al entorno para desenvolvernos con éxito y sobrevivir.

Los datos no son conocimiento

Tampoco son conocimiento los miles de datos que recopilamos continuamente en estudios neuroanatómicos y neurofisiológicos sobre cómo funciona nuestro sistema nervioso. Cada nuevo dato nos revela una incógnita que nos fascina y a la vez nos atrapa en distintos niveles de complejidad que nos alejan de la visión global del conjunto y por tanto de la comprensión profunda del sistema nervioso.

No es que no haya que recopilar datos, es que debemos cuestionarnos qué es lo que estamos buscando en ellos.


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