La ilusión de la realidad

☀️ Neurodomingo 2021.29

El arte pop (popular) busca ser objetivo, representar la realidad tal y como es sorteando los simbolismos y la subjetividad del artista, «hacer que las cosas hablen por sí mismas», según decía Andy Warhol.

Esta fotografía de David Hockney, posando en el mismo lugar que reproduce su cuadro, me parece muy representativa de ese espíritu realista, aunque irónico y paródico, del arte pop.

Pero… ¿Qué hay de real en las experiencias de cada uno? ¿De verdad el cerebro nos muestra el mundo tal y como es? ¿O lo muestra tal y como somos?

—realidad y cerebro—

El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.

Antonio Machado

Hay más realidades de las que podemos percibir. Tanto porque sólo sentimos una parte de todo lo que existe –no podemos oír los ultrasonidos, ni ver los rayos infrarrojos–, como porque no tenemos órganos que detecten las fuerzas que mantienen unidos los componentes atómicos, ni de la energía que desprenden cuando se rompen –radiación nuclear–. 

La mayoría de la realidad nos resulta imperceptible.

Nuestra experiencia del mundo está limitada de forma inmediata por la capacidad de nuestros sentidos para registrar un estímulo –sensación– y, en segundo lugar, por la interpretación que nuestro cerebro hace de ese estímulo –percepción–.

La percepción es pues el resultado de lo que sucede cuando exponemos nuestros órganos de los sentidos al mundo y se distinguen cuatro momentos, los dos primeros suceden en el propio órgano sensorial y en el último participa toda la corteza cerebral:

  •  Un estímulo llega al órgano sensorial con capacidad para sentirlo –detección
  •  El órgano transforma el estímulo mecánico, luminoso, químico o físico en impulso nervioso –transducción
  •  El impulso eléctrico alcanza la corteza cerebral especializada en codificarlo y organizarlo –procesamiento
  •  Reconocimiento de lo procesado y enriquecimiento por otras experiencias previas –percepción–.

La vista es la reina de los sentidos

De una persona «la primera impresión es la que queda». La comida nos parece más rica si nos «entra por los ojos». Si nos sorprende un suceso exclamamos «¡ver para creer!», cuando dudamos de algo pedimos «a ver que yo lo vea» o «si no lo veo no lo creo».

La vista es la principal culpable de lo que el psicólogo estadounidense Edward Thorndike llamó efecto halo: un sesgo cognitivo que nos hace ver con buenos o malos ojos a las personas o las cosas según las características que percibimos de ellas.

Quizá la importancia que le damos al sentido de la vista sea porque es el predominante en los humanos, ya que el 30% de nuestra corteza cerebral está especializada en la visión, frente al 8% destinado al tacto o el 3% a la audición.

Una tercera parte de nuestro cerebro está dedicado a ver y vemos mucho, pero menos de lo que realmente podríamos percibir.

En la retina humana hay unos 126 millones de células capaces de captar la luz y cada una de ellas recibe el impacto de varios fotones por segundo. Pero, tras ser procesada y organizada en la corteza cerebral, sólo una pequeñísima parte de toda esta información lumínica alcanza la conciencia.

A esta información visual se le añade la del resto de los sentidos. Y es entonces cuando el cerebro integra la información de todas las sensaciones que recibe por separado para elaborar una idea, dar un significado al conjunto.

Para crear la experiencia de la percepción, el cerebro usa lo que ya sabe del mundo. Conocimientos y recuerdos previos, valores, creencias, emociones… No sólo lo que se ve se impregna de estas vivencias previas, sino que lo vivido modifica la experiencia de lo que se ve y así nacen las opiniones particulares de cada uno.

Cada uno de nosotros organiza el mundo que percibe y lo expresa de forma personal. Sólo el diálogo sincero, el de los que exponen y escuchan, permite comprender lo que quiere decirnos el otro. Prestar atención a sus deseos y esperanzas, a sus miedos o ilusiones ayuda al verdadero diálogo y seguro que también a entender nuestra forma individual de percibir el mundo.

En definitiva, la vista y el resto de sentidos son una ilusión. No vemos la realidad tal y como es –la Tierra no es plana ni el Sol gira a su alrededor–, sino tal como somos. Reconstruimos el mundo en nuestra conciencia según lo que necesitamos en cada momento y lo que necesitamos en cada momento es adaptarnos a los cambios del entorno para sobrevivir.

Pero, aunque nuestras percepciones no sirven para mostrarnos la realidad tal como es, nuestra conciencia también nos permite darnos cuenta de ello y estudiar la realidad desde una perspectiva científica. Eso sí, no dejemos de lado la magia y la ilusión que nos regalan nuestras percepciones, eso también nos ayuda a entender mejor nuestra humanidad.


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