La pinza manual
Junto con el bipedismo –caminar sobre las piernas– y el habla, la pinza manual –coger con precisión y delicadeza un objeto entre el pulgar y el índice– es una de las habilidades esenciales de los humanos.
Algo tan simple como enhebrar una aguja precisa coordinar los sistemas sensoriales (la vista, el tacto y la propiocepción) con los motores (movimientos manuales), estos últimos incluyen la capacidad tan humana de formar una pinza para atrapar los objetos entre las yemas del dedo pulgar y el índice.
Con el vídeo quiero ilustrar que, aunque la capacidad de la pinza manual está en nuestros genes, para ejecutar con fluidez una tarea concreta es necesario aprender la técnica y practicar.
La destreza manual
Hablamos de destreza cuando alguien domina una tarea manual, decimos que es diestro en la materia quien tiene experiencia y habilidad en un arte o negocio. Ambas son palabras derivadas de «derecha» y derecha es la mano que usan la mayoría de personas. Pero los zurdos pueden ser igual de diestros en cualquier tarea que quienes tienen una preferencia manual derecha. Sin embargo en la mayoría de idiomas la palabra zurdo tiene un significado peyorativo —’siniestro’, ‘izquierdo’, ‘torcido’, ‘infeliz’, ‘funesto’ o ‘viciado’—, mientras que diestro es sinónimo de cualidades positivas —’hábil’, ‘derecho, ‘correcto’, ‘recto’, ‘justo’ o ‘listo’—. Dicho esto, que zurdos y diestros tienen el mismo potencial manipulativo, no sabemos por qué hay personas zurdas.
Los movimientos del recién nacido se generan en el tronco del encéfalo y por eso son involuntarios y reactivos. Sólo cuando las áreas motoras de la corteza cerebral completan su construcción y toman el mando se afianza la preferencia manual, derecha o izquierda, aunque no necesariamente se prefiera la misma mano para todas las tareas. Parece haber una predisposición hereditaria a ser zurdo o diestro que va desarrollándose en los primeros años de vida.
Los movimientos de la mano son muy complejos y por eso la motricidad manual ocupa una buena porción del total de la extensión de la corteza motora.

Las capacidades motoras y las sensoriales son interdependientes, por ejemplo, necesitas ver las escaleras para subirlas o bajarlas o te giras cuando escuchas tu nombre. También lo son el desarrollo de ambos tipos de circuitos, perceptivos y motrices, que se forman al mismo tiempo influyéndose unos a otros. Y así sucede el neurodesarrollo de las destrezas manuales.
La capacidad de mover el dedo pulgar hacia los otros dedos –pulgar oponible– para formar un agarre no es exclusiva de la especie humana.

Otros primates, o los koalas, también pueden coger objetos con su pulgar oponible, pero los humanos somos los únicos con un pulgar completamente oponible.
Es decir, no sólo podemos apoyar el pulgar contra la palma de la mano, sino también enfrentar la yema del pulgar contra la del resto de dedos o incluso contra su dorso, lo que nos confiere una enorme precisión y nos permite aplicar distintos grados de fuerza a la hora de manejar objetos.

Esa precisión es tan difícil de lograr que nos lleva todo un año de vida adquirir sus rudimentos básicos: la pinza manual.
Coordinación visual y manual
Al ir a coger un objeto primero debemos detectar su situación respecto a nuestra postura. El objeto lo localizamos con la vista, pero la posición de nuestra mano la sabemos sin verla porque nos informan el sistema propioceptivo y el tacto. Todas estas informaciones sensoriales (vista, tacto y propiocepción) se combinan e informan a la corteza sensitiva que a su vez transmite la información a la motora, donde se elabora el movimiento preciso que ha de recorrer nuestra mano para alcanzar su propósito.
Para poder hacer esto necesitamos haber aprendido la noción de nuestro propio cuerpo, las dimensiones del espacio y la ubicación de los objetos que lo ocupan. También necesitamos anticipar el tamaño, textura, peso y movimiento de los objetos para planificar su agarre.
Simplificando, podemos observar tres fases en el aprendizaje del agarre.
Vista y movimiento manual son independientes

La motricidad de los tres primeros meses de vida está sometida a un excesivo tono flexor de las extremidades y a los reflejos primitivos, controlados por el tronco del encéfalo, por eso la mano permanece la mayoría del tiempo cerrada en un puño y sus movimientos son automáticos, reflejos e independientes del sentido de la vista. De manera que el bebé mueve sus manos sin darse cuenta que son suyas ni tampoco les presta ninguna atención.
Hacia los dos meses de edad, el bebé tiene sus sentidos más desarrollados y entrenados por el entorno. Dirige la mirada a todo lo que le rodea y presta más atención a lo que se mueve, pero sólo lo observa hasta que otra cosa le llama la atención, no hace ademán de tocarlo. Eso sí, cuando ve una cara humana la identifica y sonríe, pero eso es otro tema que trataré en otra ocasión. Por otra parte sus manos tocan muchos objetos, pero no siempre mira lo que toca.
La vista sigue a la mano
De forma progresiva se forman los circuitos de la corteza cerebral sensorial y motora, entonces observamos como los movimientos de las extremidades superiores se libran de los automatismos impuestos por el tronco, son más fluidos y voluntarios.

A los tres meses de edad, aún inconsciente de que las manos forman parte de su propio cuerpo, empieza a cogérselas. Las junta, las separa, las estira, fascinado con el movimiento las mira. Mientras las mueve, sus ojos las persiguen con fascinación, como hace con otros objetos ajenos a su cuerpo, poco a poco irá comprendiendo que son suyas y que es él quien las mueve.

La mano sigue a la vista
Por fin, tras un tiempo en el que la vista se coordina con el movimiento manual, aprende a coger el objeto que está mirando sin necesidad de mirar la mano.
El agarre manual
A la vez que la mano y la vista se coordinan, el agarre va haciéndose cada vez más preciso.
Primero la mantiene abierta por completo hasta que coge el objeto encerrándolo en el puño con fuerza, incluso con excesiva fuerza. Luego, según crecen los circuitos motores del la corteza motora de la mano, irá desarrollando la habilidad de mover los dedos de forma individual. Entre los nueve y los doce meses consigue formar una pinza entre el pulgar y el índice para sostener objetos pequeños. Por último, al cumplir los dos años, la precisión ha mejorado tanto que antes de contactar con el objeto ha empieza a cerrar la mano adaptando la forma y la fuerza de agarre a las medidas justas para sostenerlo.

Con el tiempo y entrenamiento las habilidades manuales de la persona se desarrollarán no sólo dependiendo de sus capacidades, sino también de sus intereses.
Me gusta pensar que la mano es la hacedora de nuestras ideas.
Por eso me fascina todo lo manual, como la escritura a mano, las artes plásticas o la artesanía, porque son el producto de las ideas de alguien. Sino mirad la belleza de estos trabajos con madera de Dylan Iwakuni.
La mano es la ejecutora de nuestras ideas, la parte de nuestro cuerpo que más vemos a lo largo del día, aunque, cuanto más hábiles seamos en la tarea que estamos ejecutando, menos atención le prestamos.
MJ Mas

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2 Comentarios
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