Madre en el 2021
🌸 Neurodomingo 2021.18
Los niños siempre se han considerado un bien de alto valor. Tener un hijo requiere una inversión biológica y económica elevada que debe tenerse en cuenta para saber si merece la pena el esfuerzo.
Concebir y gestar un hijo convierte a la mujer en madre biológica, pero la maternidad (y la paternidad) es un ejercicio de voluntad. Puede parecernos que el instinto materno y el amor de la madre es algo natural, y que por tanto ha sido siempre así, pero no es cierto.
—Historia y maternidad—
Dependiendo de la época histórica y de las necesidades de cada grupo social, encontramos formas muy diversas de ser madre. El contexto es determinante en la creación de esas construcciones culturales que son la maternidad y la paternidad, y es especialmente influyente el valor que la sociedad asigna a los niños.
En la antigua Roma
El bien común –res publica– estaba por encima de todo y sus ciudadanos aspiraban a engrandecer la gloria de Roma con sus actos personales. Las virtudes romanas, representadas en sus leyes, aplicaban también a los asuntos privados, que se sometían a esos valores morales comunitarios.
El buen nombre pesaba más que la sangre y el pater familias era el responsable de que las virtudes romanas guiaran las conductas de su hogar. Su poder era absoluto.
La mujer no poseía nada y dependía en todo del hombre, pero en su ausencia debía mantener el buen gobierno y el honor del hogar.
Podía emanciparse de su marido si daba a Roma al menos tres hijos, pues ya habría cumplido con su deber social.
Cornelia, madre de los Gracos, fue el paradigma de la matrona romana.
El pater familias tenía la potestad de decidir quien podía llevar su nombre familiar. Si no quería al recién nacido se le sacaba de la casa y quedaba expósito, abandonado a su suerte para morir o ser recogido por cualquiera que lo quisiera como esclavo. La exposición se consideraba una decisión legítima y madura en el ejercicio de la patria potestad y cualquier niño podía ser expuesto sin justificación. El padre también podía desheredar a cualquiera de sus hijos si los consideraba indignos o adoptar a otros niños o adultos que mejoraran su patrimonio o su carrera política.
El amor a los hijos era una muestra del amor a Roma y su prestigio, para templar su carácter su educación se confiaba a un ama de cría y a un pedagogo.
La Edad Media
Tras la caída de Roma la industria y el comercio se colapsan. Las ciudades se abandonan por el campo. Sin un Estado organizado, el jefe de la familia debe ser quien procure protección y sustento para ganarse el respeto y la obediencia de quienes viven bajo su techo.
Amo y señor absoluto, el cristianismo añade una dimensión espiritual a su conducta que debe parecerse a la del Padre Dios. La paternidad es voluntad de Dios y viene otorgada únicamente por la sagrada legitimidad del matrimonio. Los nacidos de otras uniones son ilegítimos y su filiación no está obligada por la ley.
Pero la mortalidad infantil es muy elevada, así que la mujer es valiosa sólo si es fértil, y buena madre si procura que su hijo viva, aun a costa del propio sacrificio, como en el juicio de Salomón.
El ideal cristiano de la mujer es Maria Sedes Sapientiae.
El culto a la Virgen María, representada a menudo lactando, ensalza la íntima y entrañable relación de madre e hijo, pues no solo lo amamanta, sino que también nutre su alma. Como María, es madre de la carne, pero debe serlo sobre todo del espíritu, de la fe.
Ser padre o madre trasciende la naturaleza para encarnar la obra divina, y esta doble dimensión, carnal y espiritual, se expresa en los nuevos conceptos creados por el clero: paternidad y maternidad.
El Renacimiento
El Humanismo renacentista empieza a considerar a las mujeres algo más que madres y los pensadores cristianos entienden que hay que ocuparse también la instrucción intelectual en el sexo femenino.
Sin embargo, no hay cambios importantes en el concepto de maternidad.
El principal, y a menudo único, atributo femenino es ser madre. El ideal sigue siendo la Virgen María, que fue madre sin cometer pecado.
En las artes se impone el simbolismo de la donna angelicata, el estereotipo de la mujer pura, de perfección espiritual, virtuosa, honesta y discreta, con rasgos físicos idealizados (piel clara, cabello rubio, labios rosados, etc.). Una belleza externa, reflejo de la belleza divina, que trasluce la interior de la dama.
La Ilustración
No será hasta El Siglo de las Luces cuando se cuestione toda autoridad y toda tradición para crear un nuevo tipo de sociedad.
El despotismo paterno perece simbólicamente en la Revolución Francesa con la decapitación del Padre Rey, y formalmente con la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano.

La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, redactada por Olympe de Gouges, fue la oportunidad perdida de avanzar hacia igualdad jurídica y social entre hombres y mujeres. Fue ejecutada durante El Terror por sus ideas. Tras su muerte, su único hijo renegó de ella públicamente por temor a ser detenido
Pero como la mortalidad infantil y obstétrica no descienden, la madre sigue siendo imprescindible para la supervivencia y salud de sus hijos.
De la mujer se espera que sea civilizada y de buena conducta, que consagre su cuerpo a la maternidad y su afecto al hijo. Como resultado, y en nombre de «la buena madre», vuelve a perder los derechos civiles que le habían sido reconocidos durante la Revolución francesa.

Lo positivo es que el pensamiento ilustrado se libera de la tutela de la fe y permite la eclosión de la ciencia y la aparición de la industria.
La Revolución Industrial
Aleja al hombre del trabajo de la tierra y del hogar familiar, lo que dificulta la autoridad paterna. Mientras, a la mujer se le exige que el amor por sus hijos ocupe todo su tiempo para guiar su cometido educativo.

Museo de arte de Dallas.
Las nuevas industrias desplazan el trabajo artesano y campesino, el campo se abandona para emplearse en la industria fabril que cada vez más necesita mano de obra, mujeres y niños de clases desfavorecidas se incorporan al trabajo, y las oportunidades de ejercer la paternidad y la maternidad desaparecen.
La mortalidad es elevadísima y demasiado a menudo el embarazo es una sentencia de muerte, pues una de cada tres embarazadas morirá por fiebre del parto. La orfandad se hace insoportable.
El descubrimiento de la microbiología y el desarrollo de la asepsia reduce la mortalidad materno-infantil. Los partos y los biberones son más seguros y la madre puede incorporarse al mercado laboral con tranquilidad, porque la lactancia materna se ha convertido en una elección.

Del siglo XX a la actualidad
La catástrofe demográfica y económica tras dos guerras mundiales contribuye a perpetuar los roles femenino y masculino. Es necesario aumentar la natalidad y la producción industrial para reconstruir un mundo devastado.
El hombre sigue priorizando el trabajo fuera de casa y, aunque reivindica el cariño de sus hijos y se implica en sus cuidados, es la mujer quien se consagra a las labores domésticas, incapaz de eludir sus obligaciones maternales para con la sociedad, que sigue equiparando feminidad a maternidad.
Esta vez el incremento de la natalidad irá acompañado de una mayor supervivencia infantil gracias a otros dos impresionantes avances médicos: los antibióticos y las vacunas.
El crecimiento poblacional y económico favorecen la progresiva incorporación de la mujer al mundo laboral. Aumenta su independencia respecto al hombre y logra compartir la patria potestad con el padre.

La autonomía económica de la mujer, el reconocimiento de la patria potestad compartida y de los hijos nacidos fuera del matrimonio, la separación del sexo de su finalidad reproductiva, la legalización del aborto y las técnicas de reproducción asistida favorecerán la aparición de nuevos modelos familiares que siguen transformando los conceptos de paternidad y maternidad.
Las experiencias maternales y paternales exigen cambios de conducta que someten al cerebro a cambios relevantes de su estructura.
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Gráficos: todos por ©MJ Mas.
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