Lengua materna

❄︎ Neurodomingo 2021.8

Foto de Carlos Florencio Miranda, en su blog «Fotos sin porque».

—Pensar y comunicar—

Marta Minujín, nacida en Buenos Aires en 1943, es una artista plástica autodidacta e independiente convencida de que el arte debe encontrarse fuera de los museos. En sus obras el espectador pasa a ser actor, pues sin su presencia no tienen sentido.

Así pasa en la «Torre de Babel de libros» que fue realizada para celebrar la elección de Buenos Aires como Capital mundial del libro en 2011.

La Torre de Babel

En el libro del Génesis (11: 1–9) se cuenta cómo aparecieron las distintas lenguas humanas.

Tras el Diluvio Universal sólo sobrevivieron Noé y su familia que, al secarse la Tierra, se esparcieron por toda su faz y la repoblaron con su descendencia. Entonces todos hablaban la misma lengua.

Los que llegaron a las llanuras de Sinar se sintieron tan poderosos que quisieron demostrarlo al mundo construyendo «una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo». Pero Dios interrumpió su obra al confundir tanto el lenguaje de los trabajadores que ya no podían entenderse unos a otros. La ciudad nunca se completó y la gente se dispersó por toda la Tierra.

Lenguaje

De las muchas características que compartimos todos los seres humanos, yo destacaría tres: el andar erguido –bipedismo–, la de formar una pinza manual y el lenguaje.

De todas ellas quizá la más compleja sea el lenguaje. Nos permite analizar lo que percibimos, nuestras emociones y pensamientos, es el soporte de nuestro mundo interior, de nuestro «yo» y también la herramienta con la que lo transmitimos a los demás. Un instrumento fascinante que no comprendemos aún muy bien como funciona.

Un recién nacido nace con la capacidad de aprender cualquiera de las más de 6.000 lenguas humanas que existen, pero será la primera que aprenda la que se convierta en el soporte natural de su pensamiento y su comunicación. Esa será su lengua materna, nativa o natal.

El lenguaje es un esencial humano, la lengua materna es su expresión cultural.

María José Mas

Lengua materna

El lenguaje no es lo mismo que el habla. Nacemos sin hablar, pero ¿qué hay del lenguaje? ¿Se puede pensar sin lenguaje?

Algunos animales, como los chimpancés, los delfines e incluso las palomas, son capaces de categorizar, identificar objetos, colores y formas.

lenguaje y hablar

Los bebés pequeños que aún no hablan también son capaces de hacerlo y, a medida que aprenden la lengua de sus mayores, usan las palabras para comunicar sus ideas.

El lenguaje del bebé toma forma a través del léxico y las estructuras gramaticales propias de su lengua materna, que facilita así la interiorización del mundo, recordar el pasado e imaginar el futuro.

Es inevitable preguntarse si la lengua materna moldea el pensamiento. Si el idioma que hablamos determina nuestra visión del mundo.

Hipótesis de Sapir-Whorf

También conocida como la hipótesis de la relatividad lingüística, la hipótesis de Whorf, o Whorfianismo, sugiere que la estructura de una lengua afecta la visión del mundo o la cognición de sus hablantes y, por lo tanto, las percepciones de las personas dependen de la lengua que hablan.

Parece lógico, ¿no? Como los circuitos del lenguaje no existen al nacer y se construyen usando una lengua concreta, de alguna manera su estructura y relaciones con el resto de circuitos serán particulares y propios de esa lengua y, puesto que es muy difícil separar el lenguaje del pensamiento, la representación del mundo estará determinada por el idioma que se habla.

En comunidades de pocos hablantes o cerradas es más difícil que surjan discrepancias en cuanto a la forma de categorizar el mundo. La lengua es la principal expresión de una cultura, puesto que es su vehículo para transmitir sus tradiciones o el conocimiento científico de una sociedad. Y esto puede hacernos tomar por válida la hipótesis de la relatividad lingüística.

Pero en comunidades con cientos de millones de hablantes, como la de la lengua española, la categorización de las ideas, tangibles o no, varía de unos grupos de hablantes a otros y no parece entonces que sea intrínseca a la lengua materna. Pensemos, por ejemplo, en el significado de «muerte» para un hispanohablante español o un mejicano, ateo o cristiano, la palabra es la misma, el concepto no.

La idea de que el lenguaje y el pensamiento están entrelazados es tan antigua como la propia Filosofía y la conclusión sobre la fuerza con la que se imbrican depende mucho de cómo se perciba socialmente la aceptación del otro.

Por eso en las propuestas de organización social y política basadas en la autarquía, las que proponen cerrarse al resto del mundo para abastecerse sólo con lo propio, los pueblos se creen tan superiores a los demás que perciben su torre como la más cercana al cielo. Se identifica la lengua con el espíritu de la nación y se abraza el determinismo lingüístico, según el cual los procesos cognitivos de sus hablantes no pueden escapar de la bella estructura de la lengua nativa. Conforme a esto, el hablante de una lengua está determinado a percibir la nación y el mundo tal y como se le representa a través de las categorías léxicas y gramaticales, de la organización conceptual de su idioma, si su visión no coincide con este ideal, es porque no debe ser un verdadero hablante de esa lengua.

Lengua materna y neurociencia

Esta concepción de la lengua materna como determinante de la visión del mundo está totalmente superada desde que, a finales de la década de 1980, se estudian los efectos de las diferencias en la categorización de la lengua sobre la cognición y se encuentra que, si bien el idioma influye en los procesos cognitivos de ninguna manera es determinante.

Sabemos que la memoria y la percepción dependen en gran medida de la disponibilidad de las palabras y de contar con las expresiones apropiadas. Parece que la memoria visual de las personas tiende a distorsionarse con el tiempo y que se sustituye por las categorías lingüísticas comúnmente usadas por dichas personas. Es decir, y simplificando mucho, que una imagen vale más que mil palabras, pero que si la imagen se vuelve borrosa usamos las palabras para evocarla.

Esta charla de Lera Boroditsky, explica mucho mejor algunos efectos de la lengua materna sobre la cognición.

Por otra parte, la neurociencia nos muestra que los circuitos del lenguaje involucran a la mismas estructuras y surgen con la misma secuencia con independencia de la lengua materna.

Así es, tanto la progresión en la que observamos que aparece el lenguaje durante el neurodesarrollo –balbuceo, primeras, palabras, palabras-frase, etc..–, como la mielinización, es decir la estabilización, de los circuitos que lo sustentan sigue el mismo patrón sea cual sea la lengua materna que se aprende.

J. Pujol, C. Soriano-Mas, H. Ortiz, N. Sebastián-Gallés, J. M. Losilla, J. Deus; «Myelination of language-related areas in the developing brain»; Neurology Feb 2006, 66 (3) 339-343.

Mientras que el patrón neuronal de una segunda lengua varía según el momento en que se aprende y, en menor grado, el nivel de dominio de la segunda lengua, pero no de cuál sea esa segunda lengua.

Y aquí surge otra pregunta importante ¿quién se considera hablante de una lengua? Por ejemplo, si tú lector hablas tan bien otro idioma como hablas español, ¿te consideras hablante de ese segundo idioma? ¿Depende de lo bien que lo habla? ¿De la edad a la que empezaste a aprenderlo? ¿Te consideras bilingüe?

Comentario final

Sería pretencioso por mi parte pretender resumir en una entrada la enorme complejidad del estudio del lenguaje y la cognición. Tan sólo espero haber despertado la curiosidad y animar a la reflexión y la la lectura más especializada sobre la importancia de la lengua materna más allá de las obvias connotaciones emocionales.


Gráficos: «Lenguaje y habla» por ©MJ Mas.

– Los domingos de 2021 publico una mini entrada sobre los libros en el arte para ilustrar un tema de neurociencia, además añado citas, música, etc. Una especie de colección que llamo Neurodomingo. Espero que te guste.–

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