Al médico que empieza

En estos días los nuevos médicos internos residentes –MIR– se incorporan a su puesto de trabajo.

¡Por fin! Tras todos los años de estudio de la carrera y un exigente examen de acceso a la formación de especialistas, empezarán a tener responsabilidad, aunque supervisada, sobre los pacientes a los que atiendan.

El MIR es un trabajo de aprendiz que transforma en especialista al estudiante de medicina.

Yo sé lo que te preocupa, lo mismo que a mí en mi primer día como MIR. La teoría de los libros se tiene que poner ahora en práctica. Las decisiones ya no tienen cuatro posibles respuestas en un test. Ni siquiera sabes las preguntas correctas, pero tienes bien clara tu primera respuesta: «cuidar del paciente».

La palabra escrita me enseñó a escuchar la voz humana, un poco como las grandes actitudes inmóviles de las estatuas me enseñaron a apreciar los gestos. En cambio, y posteriormente, la vida me aclaró los libros.

Margerite Yourcenar: «Memorias de Adriano»

La tarea es ingente y, aunque tu motivación es grande, te parece que sabes poco. Te contaré un secreto que seguro sospechas: todos hemos empezado así y lo sabemos. Pero lo que no sabíamos ese primer día es que el riesgo más grave no es la ignorancia, sino que tus conocimientos acaben enterrando tu entusiasmo. No lo permitas.

Por más tratados y manuales, artículos o protocolos que leas no dejes nunca de aprender de los pacientes. Sí, llámalos pacientes, ni clientes ni usuarios, pacientes y hazlos tuyos. No porque te pertenezcan, sino porque les perteneces, no porque seas su médico, sino porque hagas tuyo todo lo que te enseñen para convertirte en el médico que hoy, en tu primer día, aspiras a llegar ser.

Sé amable, compasivo, consciente de las limitaciones humanas y de las de la propia medicina. Sé el mejor de los clínicos, inclínate sobre su cabecera, respeta su dolor y comparte su incertidumbre, con independencia de si te estás formando en radiología, microbiología o cualquier otra especialidad no directamente clínica, todas sirven a la medicina y al paciente que se enfrenta a la enfermedad. Sois aliados contra sus misterios.

Tan natural como extraña para el ser humano, del vientre materno hasta la tumba, la enfermedad lo interrumpe todo. Aguda o crónica, cambia lo cotidiano por lo desconocido, asusta y trasciende lo particular para impregnar de incertidumbre todo lo que rodea al enfermo. Y esa va a ser tu tarea como médico: comprender la enfermedad y a quien la padece. Acompañar al enfermo en su percance y en sus decisiones terapéuticas, respetando siempre su cosmovisión y sus objetivos vitales, pero no para desentenderte si no coinciden con los tuyos, sino para ayudarle a que pueda alcanzarlos en la medida de lo posible.

Aprende el método clínico propio de tu especialidad. Pero no te limites a «lo tuyo», te aseguro que los mejores especialistas son los que saben encajar su conocimiento específico en el todo de la ciencia médica. Escucha al paciente, lee su historial, explora su organismo y decide si hay alguna prueba que complete la información y pueda ayudarte a comprender mejor por qué el paciente ha acabado en la consulta, el quirófano, en radioterapia… Conoce su contexto social y su personalidad, suelen ser clave en muchas patologías.

Aunque la experiencia que vale es la que adquirirás a través de tu propia práctica, no pierdas la ocasión de aprender de la de los demás.

Escucha sus «batallitas».

Observa, elabora hipótesis y antes de decidir pregunta, sobre todo a tu adjunto o a tu residente mayor, pero también a las enfermeras y auxiliares. Te sorprenderás de lo mucho y bien que pueden enseñarte.

Tus compañeros de residencia van a ser un poco como tus hermanos, no los has elegido, pero se parecen a ti más de lo que crees y los apreciarás mucho más a medida que compartas vivencias con ellos.

Recuerda que la bata es un símbolo del médico.

No sirve para cubrirte las espaldas ni te da ningún poder sobre las personas, sino que al ponértela asumes el papel de médico, ofreces un servicio al enfermo que acude a ti, no vendes nada y das mucho más de lo que vas a obtener con tu salario.

Sigues siendo tú, pero en tu versión más profesional y objetiva. Te debes al saber médico y a su deontología.

No dejes que el paciente se vaya sin haber despejado todas sus dudas. Comunica bien y haz sólo lo que sabes, lo que no tengas claro consúltalo siempre, ni siquiera el más experimentado de tus adjuntos es infalible.

Es posible que encuentres útil o interesante este breve texto, también es posible que no. Sólo me gustaría que no olvidaras nunca esa ilusión con la que empiezas hoy, que la alimentes y la hagas crecer porque has elegido una profesión maravillosa. Que no te la amarguen, todavía no.

¡Bienvenidos, compañeros!

↬ MJ Mas 2022


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