Leer en voz alta o en silencio

🌸 Neurodomingo 2021.16

Esta talla policromada de San Ambrosio de Milán está en el Museo Liebieghaus, en Frankfurt am Main. Esculpida por Hans Bilger de Worms, procede de la predela del retablo del altar mayor de la Iglesia de San Pedro y Alejandro de Aschaffenburg, dedicada a los cuatro Padres de la Iglesia Latina –San Ambrosio, San Gregorio, San Jerónimo y San Agustín–.

Los padres de la Iglesia – Hans Bilger. Museo Liebieghaus.

—Pensamiento y voz—

Se sorprendía San Agustín en sus Confesiones de que San Ambrosio leyera en silencio.

«Cuando leía, hacíalo pasando la vista por encima de las páginas, penetrando su alma en el sentido sin decir palabra ni mover la lengua. Muchas veces, estando yo presente –pues a nadie se le prohibía entrar, ni había costumbre de avisarle quién venía–, le vi leer calladamente, y nunca de otro modo»;

Esta costumbre de Ambrosio le resulta tan extraña que no puede evitar preguntarse por qué.

«En tales casos, después de haberme estado sentado y en silencio por un gran rato –porque ¿quién se atrevía a molestar a un hombre tan atento?– me retiraba de allí, conjeturando que aquel poco tiempo que se le concedía para reparar su espíritu, libre del tumulto de los negocios ajenos, no quería que se lo ocupasen en otra cosa, leyendo mentalmente, quizá por si alguno de los oyentes, suspenso y atento a la lectura, hallara algún pasaje oscuro en el autor que leía y exigiese que se lo explicara o le obligase a disertar sobre cuestiones difíciles, gastando el tiempo en tales cosas, con lo que no pudiera leer tantos volúmenes como deseaba, aunque más bien creo que lo hiciera así por conservar la voz que se le tomaba con facilidad».

El asombro de San Agustín (13 de noviembre del 354 -Hipona, 28 de agosto del 430) es comprensible si pensamos que en la antigüedad lo más habitual era leer en voz alta.

Entre los babilonios, el verbo leer no existía. En su lugar se empleaban los verbos gritar o escuchar. Así, las tablillas de hace unos 4.000 años solían empezar indicando: «escucha esta tablilla», y con mucha menos frecuencia la instrucción era: «mira la tablilla», es decir, lee en silencio.

El proceso lector

Leer necesita que se coordinen los sistemas visual, auditivo y motor.

Durante la lectura participan estructuras de la corteza occipital, parietal, temporal y frontal del hemisferio izquierdo ; si además hay lectura en voz alta también se implican las áreas motoras del lóbulo frontal:

  • reconocer formas (letras) – en el Ã¡rea visual primaria.
  • asignar un sonido (fonema) a cada letra – en el giro angular
  • reconstruir el sonido de la palabra e identificarla- en el Ã¡rea de Wernicke.
  • asociar la palabra al vocabulario conocido, la formación de conceptos, razonamientos… – otras áreas cerebrales que le dotarán de significado, en realidad las ideas que evocan la palabras están distribuidas por todo el cerebro que en su conjunto forma el diccionario cerebral
  • la pronunciación de las palabras requiere planificar cómo articularlas y es en el área de Broca donde se produce la representación del sonido durante la generación del lenguaje
  • por fin, si la palabra se lee en voz alta, se activarán las zonas motoras de los órganos fonatorios en el córtex motor.

Leer en voz alta

lenguaje y hablar

Cuando aprenden a leer, los niños prefieren hacerlo en voz alta. A medida que van dominando el proceso, la lectura va convirtiéndose en un monólogo interno silencioso.

Al estudiar una nueva lengua, también los adultos preferimos leerla en voz alta. Nos obliga a pensar cómo debemos pronunciar las letras y palabras que vamos identificando en el texto.

Leer en voz alta facilita, además, la comprensión lectora, tanto de las lenguas nuevas que aprendamos como de nuestra lengua materna. Nos obliga a atender más al texto pues debemos fijarnos bien en el proceso de asociar cada letra impresa de una palabra –grafema– con su correspondiente sonido –fonema–. Así, aparte de escuchar las palabras en nuestra mente, las volvemos a oír en nuestra propia voz, pasan dos veces por los circuitos de descodificación del lenguaje lo que nos facilita recordarlas.

Sin darnos cuenta leemos en voz alta cuando nos enfrentamos a un texto complejo o que necesitamos memorizar o que sirve para realizar la acción descrita. No es raro entonces teatralizar la lectura. Conversar con uno mismo para entender mejor lo difícil o novedoso; subrayar el texto, gesticular y caminar mientras se estudia; o seguir los pasos de una receta de cocina, de las instrucciones de una instalación o del movimiento de un baile…

Por otra parte, aunque lectura hablada ayuda a comprender y memorizar podemos leer y retener un texto, en otro idioma o en el nuestro, sin entender nada de lo que estamos diciendo.

Lectura en silencio

silencio

Sin embargo, en la lectura mental lo esencial es comprender. Leemos en silencio para informarnos o por puro placer, pero en un lugar cómodo y apartado para concentrarnos bien, sin interrupciones.

Es un acto íntimo en el que adaptamos la estrategia lectora al objetivo de la lectura. Así, echamos una primera ojeada a un libro para saber de qué va o cómo está organizado, nos saltamos partes del texto cuando buscamos unos datos concretos o releemos una y otra vez el párrafo que nos gusta o queremos entender mejor.

Leer en silencio se acerca mucho más a la velocidad del pensamiento.

Con la lectura mental, nuestro único apoyo será la memoria visual y por eso leer en papel suele resultar más efectivo que en una pantalla.

El placer de leer

Más allá de lo puramente informativo, la lectura desencadena procesos mentales y evoca emociones, de manera a que todo el cerebro participa en una actividad placentera.

Tanto si leemos para nosotros mismos como si leemos en voz alta para otros, la lectura y sus historias nos evoca recuerdos y aprendizajes, estimula la imaginación y ayuda a ordenar la memoria y nuestras experiencias.

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Gráficos: todos por ©MJ Mas.

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