Trauma infantil precoz

🍁 Neurodomingo 2021.46

La infancia de Charles Chaplin fue muy difícil. Sus padres eran artistas de music-hall y ambos sufrían enfermedades crónicas. Su padre, alcoholismo, y su madre, problemas mentales graves que derivaron en varios ingresos. Se separaron cuando Charles tenía tres años y su hermanastro, Syndey, siete. Niños que no disfrutaron de la estabilidad de un domicilio fijo ni de una familia estructurada, factores de riesgo para el trauma infantil precoz.

Los personajes que creó Chaplin encarnan como pocos las contradicciones humanas y no resulta descabellado pensar que son fruto de sus propias experiencias vitales. Así parece ser en, Día de paga, donde interpreta a un obrero que se escabulle del control de su esposa para salir a beber con sus compañeros.

Pero sin duda el personaje más emblemático de Charles Chaplin es Charlot. Ese vagabundo que nos saca siempre una sonrisa con sus pantomimas y una lágrima con su ternura.

Quizá la película más representativa del famoso vagabundo sea El chico, su primer largometraje mudo, en la que Charlot rescata a un huérfano de las calles y lo cría como si fuera su hijo. La película es una deliciosa celebración de la paternidad enfrentada a la frialdad social con la que se trata a los huérfanos.


—experiencias adversas y cerebro—

La familia es el principal entorno del niño. El hogar es el ámbito en el que se ofrecen al niño las oportunidades de experimentar las habilidades motoras, cognitivas, emocionales y conductuales que van surgiendo a medida que avanza su neurodesarrollo.

Pero algunos niños viven situaciones tan graves en su entorno familiar que pueden repercutir en su salud para toda la vida. A estos eventos los llamamos experiencias adversas en la niñez o trauma infantil precoz.

Pueden producirse en forma de abuso directo –físico, emocional o sexual– o negligencia por falta de cuidados físicos o emocionales. Las circunstancias de sus familiares también pueden ser origen de un trauma infantil precoz, como el abuso conyugal, la enfermedad mental de un progenitor, el alcoholismo, la drogadicción, el encarcelamiento o incluso el divorcio de los padres.

Todas estas situaciones son causa de estrés que puede llegar a ser tóxico. Claro que el perjuicio que provoquen estas vivencias dependerá de su intensidad, la respuesta corporal al estrés y el entorno en que sucedan. Las situaciones muy fuertes o prolongadas que no son amortiguadas por sus padres o cuidadores producen estrés psicosocial tóxico. Los sistemas de regulación normal del organismo se ven desbordados, sufren un desgaste y la persona enferma.

Niveles de estrés y su repercusión en el neurodesarrollo

Así pueden verse alterados el cerebro, las hormonas, el corazón, el sistema inmunológico o el metabolismo y, a través de diferentes mecanismos fisiopatológicos, dar lugar a enfermedades crónicas.

El trauma infantil se correlaciona con resultados deficientes en el desarrollo, el comportamiento y la salud. El trauma temprano y el estrés crónico afectan negativamente la neurobiología del cerebro en desarrollo, especialmente los circuitos involucrados en la atención, la regulación emocional, la memoria, la función ejecutiva y la cognición. Todo ello resulta en una menor capacidad de atención, hiperactividad, déficits cognitivos y problemas de memoria.

Este estrés crónico también puede tener efectos a nivel genético, favoreciendo el envejecimiento prematuro e incluso cambios permanentes en el ADN que luego se pueden transmitir a la descendencia.

Son ya muchos los estudios que han demostrado que cuantos más eventos adversos experimente un niño mayor es el riesgo para su salud adulta. En esta población de riesgo se ha encontrado una incidencia significativamente elevada de infartos cardíacos, insuficiencia pulmonar crónica, enfermedades del hígado, depresión, obesidad o cáncer. Cuando el número de experiencias adversas es igual o mayor a seis la esperanza de vida se reduce en veinte años.

Además, parece ser que no sólo el estrés que produce un entorno familiar con problemas graves repercute en la salud adulta, sino que también influyen las circunstancias socio-económicas de la escuela, el vecindario o del país, como el acoso escolar, la violencia callejera, la pobreza, la inseguridad ciudadana o la discriminación social –por raza, religión, orientación sexual o ideología–.

Neurodesarrollo factores
Los factores que influyen en el neurodesarrollo. Adaptado de Fejerman 1979.

Centros de acogida y acogida familiar

Cuando se detectan estas graves situaciones que pueden alterar para siempre la salud del niño, las instituciones estatales, a través de su representación autonómica, se hacen cargo de los menores en situación desfavorable. La mayoría se internan en centros de acogida infantil y algunos afortunados pueden crecer en una familia de acogida.

La familia de acogida no es una adopción, sino que busca dar un entorno apropiado a los niños que están en riesgo de sufrir o sufren experiencias adversas mientras se ayuda a sus padres a recuperar la salud o las circunstancias económicas que les permitan atender de nuevo a sus hijos.

Salvo que esté equivocada, según la consulta hecha a los datos oficiales publicados por el Gobierno de España, el último censo de niños en acogimiento data de 31 de diciembre de 2017 y da una cifra aproximada de 17.527 niños en acogimiento, bien en centros bien en familias, no especifica cuántos niños están en familia de acogida, la situación mas deseable. Sería deseable que hubiera una estadística más actualizada y pormenorizada.

Según ASEAF (Asociación Estatal de Acogimiento Familiar), más de 23.000 niños estarían en centros de acogida y necesitados de una familia que los acoja.

Los niños en centros y en hogares de acogida tienen altas tasas de traumas y adversidades en la primera infancia. Además de los eventos mencionados más arriba, muchos niños han tenido exposición prenatal a tóxicos, múltiples cuidadores de diversa calidad o provienen de familias con antecedentes de intervención por parte de los servicios de protección infantil.

En cuanto a su salud, el asma, el retraso del crecimiento, la obesidad, la infecciones de origen prenatal y los trastornos neurológicos son más frecuentes que en la población general. En cuanto a su rendimiento académico cada cambio de domicilio que supone un cambio de colegio provoca un retraso escolar de unos cuatro meses.

Aunque a algunos niños les alivia ser retirados de un hogar que no les ofrece la seguridad necesaria para desarrollarse, a la mayoría les supone un trauma añadido. Extrañan a su familia, se preocupan por sus padres y hermanos y anhelan la reunificación. La separación, la pérdida y el dolor, el contacto impredecible con los padres biológicos, los cambios de domicilio, el proceso legal o una sensación de incertidumbre sobre sus cuidados de crianza pueden erosionar aún más su bienestar.

A pesar de todo esto, los hogares de acogida con padres de especialmente capacitados para la crianza pueden mejorar su neurodesarrollo. Hasta el 80% de los niños acogidos por familias mejora en salud y autoestima.


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