La Medicina es una cosa seria

Desde cierta «prensa» que escucha por igual al charlatán que al que tiene pruebas de lo que funciona, que prefiere la polémica y la acusación falsa antes que informar verazmente, se ha puesto de moda cuestionar enfermedades, hablar de conspiraciones y de experimentos con los niños.

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Banalizan tratamientos y frivolizan sobre asuntos tan serios para la salud como el trastorno por déficit de atención hiperactividad –TDAH– o los trastornos del espectro autista –TEA–.

No importa denostar a la Medicina y a los médicos con tal de parecer atrevidos, simpáticos, o entretenidos. De parecer que están enterados de lo que realmente pasa y de que por fin nos van a informar de ello. Pero, lejos de aportar pruebas o de denunciar una mala praxis concreta, esa prensa se dedica a esparcir dudas y a ensalzar supuestos tratamientos que no ayudan a nadie y, a cambio, favorecen el avance del oscurantismo, la pseudociencia y los negocios a costa de los pacientes. Ellos sabrán que intereses hay detrás de su actitud.

Por suerte la Medicina no se escribe en los periódicos sino en las revistas revisadas por pares, y aún así puede haber errores, así que imaginaos lo delicado del asunto…

Iba a escribir para intentar contrarrestar la mala información que ofrecen sobre TDAH o TEA, pero resulta que ya lo he hecho varias veces. Así que he decidido dejarme llevar y me ha salido una entrada más personal, en defensa de mi profesión, la Medicina, y de mis compañeros, los médicos. Seguro que no va a servir para acallar la ignorancia interesada, pero confieso que me ha causado un enorme alivio escribirla.

Espero que no os moleste el toque personal y que sirva para comprender mejor  a quienes tenemos vocación de aliviar la enfermedad y sobre todo a los enfermos. 

Ciencia y Arte de la Medicina

Muchas veces recuerdo aquella madrugada del mayo de mis 15 años en que no podía dormir. Por la mañana, en pocas horas, debía rellenar la solicitud para continuar mis estudios de bachillerato. Tenía tres opciones: ciencias puras, letras puras o mixtas.

Me levanté acalorada y paseé por la casa de mis padres (mi casa) mientras pensaba, agobiada, que no quería renunciar a nada. Quería saber de todo y me fastidiaba la obligación de escoger.

Más tarde, ya en el colegio, rellené la dichosa solicitud. Tenía muy claro (con esa claridad que solo se tiene en la adolescencia) que quería ser médico, así que la única opción posible era la cruz en la casilla de «ciencias puras». Tachada la opción, me consolé pensando que nunca dejaría de leer ni de interesarme por las «letras». Fue quizá mi primera elección consciente y, en aquel entonces, difícil. Después todo me pareció menos complicado para seguir avanzando, había un camino claramente trazado para llegar a ser médico y lo seguí sin cuestionármelo hasta que tuve que volver a elegir al pasar el examen MIR.

Cuando con el ejercicio de la Medicina dejé de ser licenciada en Medicina para ser médico, descubrí aquello que dijo Edmund Pellegrino

«La Medicina es la más humana de las ciencias, la más científica de las humanidades»

Y de esta manera sencilla vi cumplida mi inocente promesa adolescente de no abandonar nunca las «letras».

Cualquier médico que se considere clínico (y esto incluye a los cirujanos) es muy consciente de que toda la Medicina que sabe no es nunca suficiente para aliviar a un paciente concreto. Como médico del siglo XXI me siento tan insignificante ante los ojos del doliente como debió sentirse el primer humano que decidió intentar aliviar el sufrimiento de sus congéneres. La variabilidad individual es infinita, las condiciones de cada paciente únicas, cada caso es un reto, una pugna entre los agentes de la enfermedad y la capacidad humana de resistir y de sobrevivir.

Y es esta mi principal vocación de médico: aliviar el sufrimiento a través de mi sagrada relación con el paciente. Todo lo demás –los análisis, las radiografías, la más sofisticada y última prueba genética, los tratamientos más avanzados,…–, todo, son adornos para ejercer la Medicina.

Por eso considero la relación médico-paciente como el núcleo que da verdadero sentido al acto médico, a mi vocación y a la existencia de la Medicina. Por eso la Medicina no es solo ciencia –imprescindible para ejercerla–, es también escuchar al que sufre, saber comprenderle, interactuar respetando por encima de todo el vínculo con quien busca ayuda.

La ciencia busca conocer, la Medicina aliviar el sufrimiento.

Practicar de forma efectiva el arte de la Medicina necesita del conocimiento científico de la patología, de las técnicas y equipamientos más avanzados, de los medicamentos… Pero no olvido que mi principal arma para combatir la enfermedad es la comunicación con el paciente. Las palabras son muy importantes para el médico, pero mucho más para el paciente. Las palabras que se escuchan, las que se dicen, y porque no, también las que se callan.

Hay que ser dominar el manejo de la información. La que me proporciona la ciencia médica, la que me proporciona y obtengo del paciente y la de mi propia experiencia. Es necesario conocer la particularidad del paciente y su dolencia, su intimidad, para poder aliviarle. A menudo (¿siempre?) debo luchar contra mis propias emociones, incertidumbres, prejuicios, cansancio y ganas. Continuamente tomo decisiones y debo usar mi ciencia y mi arte para auxiliar a quien me reclama. Desde mi privilegiada posición me impregno de todo eso y aprendo lo que significa ser humana.

Para mí ser médico no es pues solo un trabajo, es una forma de vida, una exigencia para conmigo misma y con los demás. Con los pacientes, uno a uno, y con la sociedad.

Desde el profundo respeto que siento por el ser humano que sufre, que busca mi ayuda, que me reclama. Desde la profunda insignificancia de mí misma bajo la bata blanca, procuro poner por encima de todo la relación médico-paciente para ejercer el arte y la ciencia médica lo mejor que sé.

La bata blanca acoge el ejercicio del médico, lo humano está debajo: bueno y malo, de todo un poco. La vocación de servicio y la arrogancia, la entrega y el egoísmo, el acierto y el error en la ciencia y en el arte. De todo y de todos se aprende. Y yo he aprendido que cuando la Medicina no llega porque el mal es mucho, es mejor quitarse la bata blanca y aprovechar la oportunidad de ser persona.

↬  2016 © mj mas

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15 Comentarios

  1. Nuria Montero Lopez

    Soy mamá de un niño con problemas, te sigo desde hace tiempo, agradecerte tus buenas informaciones y tu humanidad . Por favor sigue iluminándonos mucho tiempo!

  2. Mi querida doctora de nuevo gusto en saludarla y en leerla.
    Entiendo perfectamente la incomodidad e incluso el disgusto que le ocasiona ver como los medios masivos de comunicación “desinforman y manipulan” al público en general sobre temas de salud tan delicados. No tenga la menor duda, detrás de ellos están intereses que al final se reducen a temas económicos.
    A diferencia de usted; yo me considero más médico del siglo XX que del XXI. Usted va a ser parte de una extraordinaria transformación de la sociedad en todos los sentidos; empezando por su trabajo médico el cual ya es una bendición para sus pacientes y de una invaluable ayuda para todos los que aprendemos a diario con su trabajo académico. Lo más importante desde mi punto de vista es la atinada forma que tiene usted de transmitir información CIENTÍFICA a la población en general que tiene la fortuna de leerla e incluso de entrar en comunicación con usted y que es la mejor forma de hacer frente a toda la charlatanería que difunden los medios masivos con sus excepciones.
    Para concluir esta parte de mi comentario le quiero decir sin temor a equivocarme que los que tenemos la fortuna de conocerla nos sentimos orgullosos de su amor al prójimo que se refleja a diario en su trabajo médico.
    Al igual que usted en mi lejana adolescencia tuve que elegir entre la música, específicamente el Rock o algo de Ciencia. Opté por esta última y espero que haya sido una decisión acertada. Quiero creer que he cumplido con el firme propósito de ayudar a mis enfermos en hacer menos pesada la carga que significa perder la salud.
    La medicina del siglo XX es sin duda el siglo de oro y aunque sea muy poco algo me tocó vivir y aquí estoy para dar testimonio de ello.
    Le mando un cariñoso abrazo.
    rb

    1. Qué gusto es siempre leer sus comentarios y sus amables palabras.
      No hay ninguna duda en lo acertado de su decisión por la Medicina, seguro que sus pacientes y usted celebran que haya dedicado sus quehaceres a nuestra hermosa profesión y seguro que la habrá amenizado con una buena pieza de Rock salida de alguna de sus guitarras.
      Un placer tenerle como lector y amigo virtual.
      Un cariñoso abrazo.

  3. M. José, ¡qué buen resumen has hecho de nuestra profesión!. Y para ejercerla así de bien, siendo además “persona”, necesitamos algo que cada vez nos recortan más en las instituciones públicas: el TIEMPO.
    Supone un esfuerzo importante conjugar ciencia y humanidad con agendas tan apretadas… pero no se nos debe olvidar nunca cuál es la verdadera esencia de nuestra vocación.
    Gracias por esta reflexión, que reaviva las ganas de seguir haciendo las cosas bien.

  4. Me ha gustado mucho tu reflexión y la forma de exponerla. Discriminar las fuentes de información es importantísimo, aunque no recuerdo que nos comentaran algo al respecto en los 1980s-1990s, hasta llegado a COU y la Universidad.
    Respecto a los periodistas, te dicen que deben ceñirse al espacio que tienen (con lo que , p ej, cambian las palabras que has dicho), pero también te cuentan que deben buscar titulares que destaquen (o mucha menos gente leerá el artículo). Y si el artículo se vuelve algo “multidisciplinar” y sale de su órbita-de-conocimiento-profundo (su área de especialización) deben consultar a “fuentes versadas” en esos temas, seleccionar, reinterpretar…
    De ahí pueden salir muchas cosas. Luego nosotros, que necesitamos filtrar información, la tomamos como cierta (“lo leí en…”, “lo echaron en la tele…”, “me lo ha contado…”), nos fijamos en los resultados aparentes y lo guardamos en nuestro pocket-brain.
    Al hilo de la “invención” del TDAH recuerdo – año 2012 – la entrevista a Leon Eisenberg en Der Spiegel. La traducción inglés-alemán-castellano cambió totalmente el contenido del mensaje. Hace nada el Huffington Post España citaba “Al leer y al jugar al ajedrez, nuestro proceso cerebral es muy similar”; lo que surge, probablemente, de un malentendido entre “procesos aparentes”, hipótesis y demás de otra sub-entrevista.
    Hay muchos ejemplos. Ojalá se pudiera ser experta/o en el manejo de información, como dices. Me da que no es posible; pero hacerlo lo mejor que podamos, como dices, es claramente la opción.
    ¡Gracias por el artículo!

    1. Muchas gracias Jorge por tu aportación, no puedo estar más de acuerdo.
      No son solo periodistas, a veces personas con formación científica que se dedican profesionalmente a la divulgación hacen comentarios fuera de lugar basados únicamente en la autoridad adquirida que, además de posicionarlos claramente contra todo lo que se supone combaten, hacen doble daño por la pátina de “científico respetable” de la que disfrutan. Y eso es lo que ha sucedido en el artículo que enlazo al principio escrito en el diario Público. Me parece tremendo.
      Como dices, imposible hacerse experto en información (probablemente en nada) pero hay que intentar ser muy rigurosos. Los pacientes lo merecen.
      Un cordial saludo!

  5. Colega ! Te comento que me reconocí en ese dilema escolar de elegir la orientación acorde a la vocación. Pero tome la opción de “Letras” pensando que sería mi oportunidad para leer de “todo” antes que hundirme en los textos médicos… en fin. Ya son más de 30 años de ejercicio y seguimos leyendo de todo un poco . Gracias!!!
    Veronica mora
    Medica psiquiatra (argentina)

Si comentas, todos aprendemos. ¡Gracias!

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