Parálisis cerebral infantil
Parálisis cerebral infantil (PCI)
Este término engloba a un grupo de trastornos crónicos que producen una lesión en el cerebro –cerebral– durante su desarrollo –infantil–.
La lesión es puntual, sucede una única vez y no se repite, pero las consecuencias son para siempre.
Se ve afectada la motricidad –parálisis–, alterando la postura y los movimentos, y también puede dañar la visión, la audición, el lenguaje y la inteligencia.
PCI: consulta frecuente en neuropediatría
Con causas muy variadas: accidentes vasculares cerebrales, mala oxigenación cerebral, malformaciones, infecciones, traumatismos… que pueden suceder en cualquier momento hasta los 3 años de edad, aunque la mayoría de casos ocurren entre el período fetal y el primer mes de vida porque el cerebro inmaduro es más vulnerable. Las probabilidades de sufrir una lesión son mayores si se produce un nacimiento prematuro –mayor riesgo a menor edad gestacional– o complicaciones tras el nacimiento.
A menudo no puede determinarse la causa de la lesión.
Las manifestaciones clínicas varían según la localización y la extensión de la lesión, que determinan los distintos tipos de PCI.
Dependiendo de la estructura lesionada aparecerá una postura rígida con dificultad para moverse –espasticidad causada por lesión de la corteza cerebral–, movimientos con poca precisión y mal controlados –distonía, por lesión en los ganglios de la base– o debilidad extrema –hipotonía, si se afecta el cerebelo–. Es frecuente encontrar varias de estas manifestaciones en un mismo paciente.
La extensión de la lesión puede afectar a una sola extremidad –monoparesia–, ambas piernas –diplejia–, las extremidades de un solo lado del cuerpo –hemiplejia– o las 4 extremidades –tetraplejia–.
Tipos de PCI
El patrón de afectación y la intensidad de los síntomas determinarán el impacto funcional de la lesión y la autonomía de la persona.
Diagnóstico de la PCI
Requiere una neuropediatra con experiencia para determinar la extensión y el grado de afectación e indicar en cada caso el tratamiento más adecuado.
Debe hacerse una exploración neurológica y del desarrollo completa y solicitar las pruebas complementarias necesarias, casi siempre una neuroimagen.
Las complicaciones y su tratamiento precoz serán determinantes en el pronóstico. Así deben detectarse cuanto antes la falta de crecimiento, las deficiencias sensoriales, la epilepsia, el dolor, y la afectación de otros órganos.
Tratamiento de la PCI
Aunque no existe una cura, el objetivo es facilitar la máxima independencia e integración social aumentando la capacidad funcional del niño y evitando o tratando precozmente las complicaciones.
Debe diseñarse un tratamiento individual y específico, para cada niño, teniendo en cuenta el tipo y la extensión de la lesión.
La base del tratamiento de la PCI es siempre la fisioterapia, dirigida a mejorar la movilidad y favorecer el crecimiento músculo-esquelético. A menudo se complementa con tratamientos de ortopedia como férulas, caminadores o sillas de ruedas. En el caso de las PCI de tipo espástico el uso de fármacos para relajar la musculatura, como el diazepam o baclofeno orales o las infiltraciones musculares con toxina botulínica, suele facilitar el tratamiento de fisioterapia y mejorar el pronóstico a largo plazo.
Especialmente importante es tratar y detectar posibles deficiencias sensoriales, una ceguera o sordera desapercibidas retrasarán más el neurodesarrollo y empobrecerán el pronóstico.
La neuropediatra, como pediatra especialista en PCI, deberá prestar también especial atención a las posibles complicaciones neurológicas –epilepsia, discapacidad intelectual– o no neurológicas –anemia, insuficiencia renal– para tratarlas de inmediato.
↬ 16.junio.2016 © mj mas
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Gráfico tipos PCI: © mj mas. Foto: wheelchair access – Leo Reynolds en Flickr.
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