Pasa otro año más y en estos días finales es difícil sustraerse a reflexionar sobre lo vivido, sopesar lo que nos ha pasado y hacer planes de futuro. Al mirar atrás nos parece que el tiempo ha pasado muy rápido o tal vez muy lento o quizá dependa de qué nos haya sucedido a lo largo de este año. La forma en la que percibimos el tiempo es subjetiva, porque el tiempo es una medida humana que nos obsesiona.
Y de eso trata mi última entrada del año, del tiempo y de cómo lo percibimos.
El tiempo es una medida humana
Porque ¿existe el tiempo sin alguien que lo observe? Ya nos desveló Einstein que el tiempo es relativo, y todos sabemos que la forma de medirlo no es constante, ni entre culturas ni a lo largo de la historia.

Aquí y ahora medimos el tiempo usando las posiciones relativas entre el Sol y la Tierra y llamamos año al tiempo que tarda el sol en volver a ocupar la misma posición en nuestro cielo: 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45,16 segundos. Pero nos ha llevado milenios acordar un calendario. Desde el calendario lunar de las culturas más antiguas, pasando por el calendario solar de 365 días de los egipcios, la división del año en meses por los romanos y la invención de los años bisiestos por Julio César –calendario juliano–, hasta la corrección definitiva del desfase acumulado de 10 días que lleva a cabo el Papa Gregorio XIII en el siglo XVI.
Por María José Mas