El 22 de abril de 1616 fallecía Miguel de Cervantes Saavedra en Madrid
400 años después, los que hablamos la versión moderna del español en el que está escrito el Quijote, nos disponemos a conmemorarlo con el día del libro.
Este blog (o bitácora, como diría Cervantes 😉 ) trata sobre el cerebro, y justamente del cerebro trata «El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha».
De como el cerebro nos permite percibir y entender el mundo, de como, cuando se altera, todas las cosas cobran otro sentido.
Nuestros actos son juzgados desde la percepción de otro cerebro, pero leyendo «El Quijote» siempre nos asalta la duda, ¿qué es más «locura», la del cerebro alterado o la del que no deja resquicios para imaginar un mundo ideal?
Según Cervantes, la «culpa» de la locura de Don Quijote la tiene la lectura, pero no cualquier lectura, sino las malas lecturas, las que obsesionan tanto que impiden hacer otra cosa que leer.
En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas sonadas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.
La lectura permite adquirir la herencia cultural, la que no viene en los genes. Leer nada o poco merma nuestras posibilidades de comprender y de comprendernos.
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Por María José Mas